lunes, 29 de julio de 2013

Culpa y gloria en Moriana

Loba es la historia de Soledad, una princesa que tiene que enfrentar la amenaza de un dragón así como otros desafíos, acaso más avasallantes, como el amor erótico. ¿Alguien concibe una épica en la cual se reniegue de la reivindicación de la guerra? La mexicana Verónica Murguía (1960) ha escrito una novela, Loba (2013), que se desmarca radicalmente de ella, por medio de un alegato armonista que no solo pretende instaurarse entre los humanos sino que busca conciliar varias especies. ¿Tiene parangón, en la fantasía heroica, el intento de Murguía?
Es cierto que en los grandes autores del género, como Tolkien, Le Guin y Lewis, el héroe no es un bruto que siempre mate por matar. Se pelea para sobrevivir y en el contexto de distintos grupos que se hacen la guerra. Los lectores de La Comunidad del Anillo tal vez recuerden un pasaje (“La sombra del pasado”, también presente en la versión cinematográfica de Peter Jackson), en el cual Frodo lamenta que su tío Bilbo no haya matado a Gollum cuando tuvo oportunidad de hacerlo. Gandalf lo reprende y le dice lo siguiente:
Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos”.
Es conocido el pasado de Tolkien como combatiente en la Gran Guerra, una experiencia que habría marcado sus libros. Sin embargo, Gandalf de pacifista tiene muy poco porque en El Señor de los Anillos se reconoce la validez de la guerra para, simplemente, preservar la vida y el territorio.
También podemos recordar la cólera de Aquiles, que se contrasta con la templanza de Héctor. Es decir, la censura a la violencia desmedida hace mucho que ha estado presente, en mayor o menor medida. (Como se ve, estoy hablando de épica y de fantasía heroica, no de otro tipo de textos o de movimientos sociales explícitamente pacifistas.)
Sin embargo, Loba intenta ir más allá de sus modelos: su protagonista, la princesa Soledad, del reino de Moriana, aspira a renunciar por entero a la guerra, de ahí que Murguía construya un relato en el cual la violencia con frecuencia se ejerce como recurso último, para de inmediato tratar de solventar sus consecuencias. Son abundantes los pasajes en los cuales esto ocurre, pero semejante ideología se vuelve una constante desde que Soledad participa en una batalla en la cual es incapaz (no por cobardía, sino por una revelación) de matar a su atacante.
Soledad evoluciona hasta convertirse en un personaje atípico en la fantasía heroica, un tipo de relato que suele resolverse luego de una batalla (muy sangrienta) entre al menos dos bandos irreconciliables. Quien busque eso en Loba tal vez sufrirá una decepción, a pesar de que por lo demás esta respeta ciertas convenciones, como la ambientación de la trama en una Edad Media alternativa.
Alberto Chimal ha dicho (“Resistir a la violencia”, Replicante, edición de junio, 2013) que esa negación de la violencia hace de Loba una propuesta por completo novedosa. Y al menos en la porción de la fantasía heroica que he citado aquí eso parece ser cierto porque, como preguntábamos al principio: ¿es concebible la épica sin reivindicar la guerra? Loba dice que sí.
Así, al renunciar de esa manera a la guerra, en lugar de destacar que se trata de una forma de la política, Loba abraza la utopía. Habría que ver si con ello contribuye a iluminar las complejas tensiones en torno de la guerra como problema, desde que en la novela se ponen en juego semejantes ideas y debates.
Loba aparece cuando la serie Juego de tronos y las novelas de George RR Martin gozan de gran difusión. Y Martin representa la otra cara de la moneda: hay pasajes de su obra inspirados en Maquiavelo. Me parece que en la relación dialéctica entre la política de Martin y el armonismo de Murguía está la clave del papel de la fantasía en nuestra sociedad.
Sin perjuicio de lo anterior, al final Loba desborda las categorías de lo fantástico y la fantasía heroica, porque la evolución de Soledad la convierte en devota de la religión verdadera, cuando abraza el culto a los animales (como los hombres del Paleolítico, según nos explica Gustavo Bueno en El animal divino).  
Loba es la historia de una conversión: una mujer que aborrece lo sobrenatural se enamora de un mago marcado por la tragedia, para después establecer una relación con un numen del bosque para salvar su reino. Un sacrificio que no tiene por qué ser comprendido por el feminismo indefinido y por anticlericales, desde que convierte la novela en una suerte de hagiografía donde abunda la culpa y en las páginas finales espera la redención. Y la gloria, claro está.    

Loba, Verónica Murguía, España/ México, SM, 2013, 512 pp.  

[Publicado originalmente en el periódico mexicano Primera Plana, edición del 26 de julio de 2013]






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