Quienes asuman el activismo como un juego se
equivocan. Y mucho. Teoría de las
catástrofes (2012), la novela del escritor mexicano Tryno Maldonado (Zacatecas, 1977), aparece en el momento más
oportuno, justo cuando quienes se oponen a la reforma educativa instaurada por
el nuevo régimen protestan en los estados de Guerrero y Oaxaca.
De hecho, la novela de Maldonado es la representación
del movimiento llevado a cabo en 2006 por la Asamblea Popular de los Pueblos de
Oaxaca (APPO), que culminó con la violenta toma de la ciudad por fuerzas federales.
El autor cuenta lo que ocurre a lo largo de los meses
en una ciudad en pugna, hasta donde llegan activistas de otras partes de la
República. Hay sendos romances, en los cuales está involucrado el protagonista,
Anselmo y su relación con dos mujeres: la terapista Mariana y Julia, anarcofeminista (como ella misma se
describe), quien introduce al joven en el cerrado mundo de los profesores
inconformes y sus aliados. Sin embargo, además de ese triángulo y otra de las
tramas secundarias (que involucra a un niño prodigio y su familia), Teoría de las catástrofes es la historia
de la crisis del altermundismo.
Se ha dicho que Maldonado no oculta su simpatía por
los profesores del SNTE y el movimiento. Pero si bien la joven y bella Julia es
dibujada como un ser tan ingenuo como puro en sus intenciones, al mismo tiempo
hay personajes dentro de la novela que no ocultan su desprecio por la APPO: la
culpan de ahuyentar a los turistas y de arruinar la pujanza de la ciudad, sin
ley durante meses. Maldonado tampoco se ahorra el retrato detallado de los
activistas más radicales y sus destrozos, así como su justicia popular (léase linchamientos).
Sin embargo, es en la brutalidad de sus páginas
finales, cuando cualquier forma de lucha es aplastada por los paramilitares al servicio
del gobierno, donde se encuentra el principal hallazgo de Teoría de las catástrofes: la discrepancia entre la belleza, la
juventud y el compromiso de Julia, por ejemplo, y la respuesta desmedida
(aunque calculada) de las fuerzas policiales, que en el relato adoptan los
métodos más violentos para cortar de cuajo cualquier militancia. Es la tortura de los ingenuos. O la demolición
de los sueños, opinarán otros.
No decimos, desde luego, que Teoría de las catástrofes sea una apología de la indiferencia, de
la dejadez. Compárese esta novela con el mejor José Revueltas, por citar un
caso ejemplar de compromiso político y, no se olvide, de formación. Revueltas
protestó en las calles (lo cual le costó la cárcel) pero al mismo tiempo dejó
constancia de un pensamiento político que quedó cristalizado en su obra.
Filosofía y militancia.
En cambio, léanse las reivindicaciones anarquistas de
los jóvenes de Teoría de las catástrofes,
compruébese su fetichismo, su neorromanticismo, su afán por homenajear ciertos
símbolos que ya son marcas, su retórica anticapitalista. Pocos retratos del
activismo del siglo XXI han resultado tan patéticos y tan parecidos al 15M
español, al #YoSoy132 y lo que se acumule. ¿Qué diría de estos últimos Revueltas?
En una escena, la animalista Julia se apiada de un
pequeño gato abandonado, sin escuchar lo que Anselmo le recrimina: la
incapacidad de la joven para cuidar de una mascota. En ese momento, frente al
delirio animalista de Julia, el protagonista entiende el absurdo de las ideologías
que sus amigos defienden.
Teoría de las catástrofes es una novela formalmente tradicional (convencional, si se quiere). Sin
embargo, plantea las contradicciones de la política y muestra sin disimulo el
lado más endeble de las protestas que otros se han encargado de encumbrar como
el culmen de “la izquierda”. Como se supone tendría que hacerlo la buena
literatura.
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